Un extraño último baile.

Hace un par  de meses estuvieron de moda nuevamente Michael Jordan, los Toros de Chicago y su último baile; tomé un vuelo al pasado para corroborar el increible dominio que ese equipo tuvo en la NBA durante casi toda la década de los noventas, justo cuando la imagen de Jordan estaba en todos lados: tiendas de deportes, televisión, películas y bebidas hidratantes; incluso en la pared de mi cuarto, a donde llegó en forma de poster para desplazar la imagen de Earvin “Magic” Johnson. Por aquel entonces, cuando Jordan ya era el inalcazable mejor encestador de la NBA, yo me encontraba cursando el segundo año de preparatoria, y me involucraba cada vez más en el ambiente del basquetbol municipal. En esa época coincidí con quienes seriamos miembros de la selección juvenil que representaría a Zacapu en juegos de ida y vuelta visitando otras cabeceras municipales y recibiendo equipos para competir a nivel regional y luego competir a nivel estatal contra los campeones de otras  regiones de Michoacán. En un torneo lleno de dificultades y contratiempos,  las ganas de jugar y el ímpetu de los jugadores era lo que lo hacía interesante a nivel de las localidades y las respectivas aficiones de los equipos que participaban en la competencia. En lo personal, la oportunidad para emular a mi entonces ídolo, Michael Jordan.  Sin embargo, la selección municipal de básquetbol no fue necesariamente un espacio que favoreciera el crecimiento personal a nivel competitivo, había jugadores que entendían mejor los movimientos en la cancha que yo, además de que las críticas del entrenador hacía mi juego no eran alentadoras. No tenía muchos minutos en la cancha, y entraba sólo antes del final de los partidos, cuando íbamos ganando de manera holgada -lo cual no era común-, o cuando íbamos perdiendo y de plano ya no había oportunidad de ganar. Donde noté mejoría en mi juego fue en los torneos municipales jugando cada fin de semana.  Con un grupo de compañeros de la prepa organizamos un equipo al cual bautizamos como ¨los extraños¨, ahí tuvimos mayor libertad como jugadores, a la vez que había equilibrio en la cantidad de minutos en la cancha. El nombre del equipo fue un manifiesto que dejara claro que no éramos un equipo más, pero si diferente, y lo demostrariamos en la cancha ganando.  El equipo estaba formado por “Pul” Rodríguez y Aarón Cáliz, quienes jugaban de postes, Diego quien repartía la pelota, Zelada (así le decían) quien también era buen repartidor y jugaba de ala, otro chico que jugaba también de ala y yo, que jugaba de centro y me encargaba de recuperar rebotes, rematar y no permitir que el equipo contrario encestara. A la defensa, bloquear tiros era mi talento, en cada juego me encargaba de bloquear al menos un tiro,  y Nacho Zaragoza nos dirigía y en ocasiones también jugaba.  Jugábamos contra equipos que representaban colonias y alcaldías como Tiríndaro; y cabeceras municipales como Coeneo. Recuerdo que era común que ganáramos; como equipo teniamos cierto carisma entre los conocedores de básquetbol en el nivel enel que nos desenvolvíamos. Generamos cierta rivalidad con un equipo que identificábamos como “Los parchís”, porque uno de ellos se parecía a uno de los miembros de un grupo musical infantil llamado así; era un equipo formado por familiares y amigos que vivían en una cuadra cercana al templo del Perpetuo Socorro, en la calle Mariano Escobedo. No recuerdo que hayamos perdido contra ellos, lo que si recuerdo es lo enojados que se quedaban cuando tras estar cerca de ganarnos, al final no lo lograban. Eran clientes. Nos sucedía que todo lo que intentábamos en el juego nos salía. Diego encestando de tres puntos, igual que el Pul, lo cual era su especialidad. Aarón recuperando rebotes y haciendo entradas de dos puntos. Zelada dando pases de fantasía y encestando también de dos puntos; y yo, recuperando rebotes a la defensiva y ofensiva, bloqueando tiros y encestando tras recuperar los rebotes ofensivos. No tengo claro el recuerdo de alguna final que hayamos ganado, aunque seguro sucedió. Son más claros esos de haber  disfrutado jugar baloncesto a esa edad con un equipo formado por amigos en canchas públicas de la Unidad Deportiva, en torneos municipales, en las cálidas mañanas de los fines de semana Zacapenses.  Ese extraño equipo se diluyó, salimos de la preparatoria y al poco tiempo me fui a la Universidad, Nacho, quien nos dirigía, fue a estudiar medicina, Aarón decidió entrar a la escuela de Leyes, donde desafortunadamente no hubo cupo, por lo que decidió irse a trabajar a Estados Unidos, a donde me parece que Pul ya se había adelantado o coincidirían allá después. Diego estudiaba en Morelia en el Tecnológico, era muy dedicado a sus estudios. Zelada alguna vez lo volví a ver en Zacapu, pero no supe más de él. En fin, nos dispersamos, así como se dispersaron las estrellas de los legendarios Toros de Chicago tras su “último baile”; así también, ¨los extraños¨ marcamos una corta temporada de buenos recuerdos en nuestras carreras deportivas. Soñé con obtener una beca deportiva para luego jugar con la Universidad, pero no tuve el talento suficiente ni la disciplina para lograrlo. Continué jugando en los torneos municipales y representando a Zacapu cuando tuve la oportunidad de jugar en primera fuerza. Los sueños se diluyeron, la mentalidad necesaria para jugar a un mejor nivel la apliqué en el logro de otros sueños. ¨El último baile¨ revivió esos recuerdos de la grandeza que se sentía ser parte de un equipo llamado ¨Los Extraños¨. El nombre del equipo se siguió usando, pero ninguno de los jugadores originales continuó. Los recuerdos se quedaron y en esas canchas se habrán jugado cientos de partidos más. Jordan se consolidó como ídolo y siguió influenciando a miles, entre los cuales seguro nos contamos ese grupo de extraños que soñamos también con volar, encestar, driblar y ganar campeonatos. Va pues un saludo de campeonato para quien lea esto, aunque se sienta extraño.

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